31 de octubre de 2008

Peligros y demás gaitas

Me cuentan que en México, país de grandes y diversos contrastes –sociales, culturales, económicos…–, el exquisito trato mencionado en la entrada anterior (Ventajas de ser cortés y Galán) desaparece en el momento que, por ejemplo, desnudes a una mujer con la mirada en presencia de su pareja o sueltes algún exabrupto a alguien al volante de su carro (coche). Sin poder dar fe de ello, insisto, he oído que a la ‘mínima’ sacan el revolver y no se cortan a la hora de liarse a plomazos (disparos).

Yo me olvido de peligros y demás gaitas. Me da que aquí con un poco de sentido común puedes moverte sin meterte en líos. Soy prudente y toco madera. Aunque la violencia, como las meigas, ‘haylas’. El noticiario televisivo local informa todas las mañanas de atrocidades y actos sangrientos.

Me he movido poco pero lo he hecho solo, a pie, en autobús y en taxi, con el sol y la luna, por zonas residenciales y céntricas (populares). Estuve en el cercano barrio de Santa Teresa, encantador por su bullicio, colorido y vida, donde ya he tratado con algún comerciante. También en la ‘plaza de la tecnología’, una suerte de ‘decomiso’ donde adquirir todo tipo de aparatos high tech. En ambos me he encontrado a gusto y muy seguro. Claro que ha habido algún liviano percance. Un taxista lisonjero, llamado Jorge, me dio una buena vuelta por medio Guadalajara, me tangó dos pesos al pagarle y, después del 'abuso', el muy cara dura, me escribió el número de su teléfono móvil por si necesitaba los servicios de alguna güila (prostituta) o cualquier tipo de vicio, ilegal of course. Hice mal en no bajarme del taxi al ver su brazo izquierdo cubierto de una tela a modo de preservativo, según él “para no sufrir quemaduras y acabar con cáncer de piel”. Al resto de los conductores de taxi que he conocido decirles chapeau, todos ellos correctos profesionales.

Al hilo, no sé si es una leyenda urbana pero parece ser que la ‘tranquilidad’ de la Ciudad Amable –así se refiere a Guadalajara un letrero que leí en el acceso al parque de pago llamado Colomos, de 98 hectáreas de superficie–, se debe a que las principales familias de narcos tienen aquí su residencia y hay un acuerdo entre ellas para mantener la ciudad en paz. Es una teoría que he oído por ahí, otra es que el gobierno municipal consiguió apretar fuerte a los malos y tuvieron que desmantelar sus estructuras aquí. ¡Vaya usted a saber! Yo, por si acaso, prudente de mí, preguntaré lo justo y a gente conocida.

¡Salud compadres! ¡Viva México!

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