26 de noviembre de 2008

Canutas en Malpaís (II)

Partimos de Sámara y pasamos por Playa Carrillo, otro paraíso, hasta Estrada. Allí el ímpetu mañanero se nos bajó en el momento en que vimos cómo un tractor sacaba del río Ora a un camión. “Ni de coña pasar por hay con las motos”. Nada, a preguntar y seguir recto hasta Santa Marta por un puerto de montaña de excelente asfalto, el sueño de todo motero (perdón, motociclista, ya sabéis que acá motero es fumeta).

En Santa Marta tomamos hacia Punta Islita y de allí a Bejuco. Comienza la pista, la aventura y las sonrisas. En mi mente sigue grabada la cara de felicidad de Irlanda al manillar de su moto; lo mismo que la mía reflejada en el espejo retrovisor. También comienzan las preocupaciones por las sorpresas del camino. Los carteles indicativos son surrealistas, casi lo mismo que las explicaciones de los ‘ticos’, algunos alucinados ante nuestra presencia. Nada, a preguntar lo que haga falta…

Conseguimos llegar a Bejuco a las 8:16 horas tras 45 km de trayecto. Almorzamos en el restaurante Amarula y repostamos, botella de Coca Cola a modo de embudo, en un tallercito. Aquí no hay gasolineras. Tomamos hacia Puerto Coyote (bonito nombre) y creo que fue a la altura del hotel Casa Caletas donde volvimos a perdernos pues llegamos a un río, el Bongoo, que no había manera de cruzar. Media vuelta y a preguntar. El cansancio ya hacía mella y desistimos de buscar el paso por la playa para llegar a Manzanillo (camino corto pero seguro que muy jodido).

Llega la primera ‘alegría’. Me quedo literalmente encallado en un inmenso charco (la foto de la entrada anterior). Buscamos ayuda y unos cristaleros tiran de mi montura con un camioncillo. Primera prueba superada; a partir de aquí, ¡ja!, empieza el ‘sufrimiento’. Subimos por una pista con zonas de barro y un niño le dice a Irlanda que no sigamos que no podemos ir por allí. Ahora me arrepiento de no hacerle caso y me acuerdo de los adultos que nos decían lo contrario…

Llegamos a una hacienda y saludamos a un vaquero que se descojona de nosotros, sobre todo cuando le digo que le cambio a pelo moto por caballo. Él, sabiamente, declina la invitación pues “no sabe manejar motos”. Seguimos y de pronto ¡zas! mi moto acaba irremediablemente encallada en el barro. No hay manera de moverla, ni para delante ni para detrás. Estoy muy cansado. Irlanda me anima a seguir pero no puedo. ¿Qúe cojones hago en medio de esta selva, perdido y con unas motos de 200 kilos cada una? Quiero llorar e irme a casa. Intento no perder la calma y acuerdo con Irlanda ir a buscar auxilio. Llega mi compañera de aventuras con un tico grandote en una moto de 225 cm3. Se llama José Ángel (de la guarda por lo que viene a continuación). Me dice que sigamos, que el suelo firme está 100 metros más arriba.Le hago caso, empujamos las motos. Agarro la mía y luego la de Irlanda. José Ángel, hasta arriba de barro, me empuja con sus manos. Me caigo varias veces, estoy mareado. Pero José Ángel e Irlanda me empujan a seguir. Cien metros más allá sigue el sufrimiento… hasta por lo menos tres kilómetros más. Luego entenderé que el bueno de José Ángel estaba haciendo todo lo posible porque siguieramos pues la vuelta podría suponer romper los planes de todo el viaje.

Más ostias, sin agua y con todo tipod e insectos a nuestro alrededor. En una me asusto pues de milagro no me caigo por una zanja, me hago un poco de daño en un costado. Seguimos los tres como podemos. Tres horas así, con un calor de justicia, una humedad brutal y ríos y más ríos. Por fin llegamos a una zona que nos indica Cóbano. Nos despedimos de José Ángel, un gran tío pues no nos pide nada a cambio y, por si fuera poco, sube al monte a ayudar a una gente con una escavadora. Joder, siempre me acordaré de él y de que se nos olvidó regalarle una botellita de tequila…

Llegamos a Cóbanos con la idea de limpiar y engrasar las motos cuanto antes. Paramos a descansar y me bebo, de un tirón, unos cuatro litros de refrescos, agua y café. Mi cuerpo está al límite. Seguimos por pista y por fin alcanzamos Malpaís a las 16:50 horas, nuestro destino después de salir de Sámara a las 6:00 h tras ¡100 kilòmetros!

Encontramos un maravilloso hotel en plena playa (Casa Azul) y decidimos descansar dos días; nuestros cuerpos y las motos necesitan descanso y reparación, y nuestra ropa huele a muerto. Ala, a buscar una lavandería cuanto antes, un sitio donde cenar, un momento para darte un baño en la playa…

3 comentarios:

  1. montys montys no he entrado mucho en tu blog y lo reconozco, pero chico, pedazo viaje que te estás marcando. Menuda envidia, y nosotros por aquí pasando un frío que te mueres. Anda que que bien te lo montas

    muchos besos heladitos!

    ResponderEliminar
  2. vaya jornada de viaje para recordar. No será que estas muy mayor para estas cosas :-)

    ResponderEliminar
  3. ehhh! de mayor nada, que está hecho un toro!!!!
    Irlanda

    ResponderEliminar

Por favor, intenta no firmar como anónimo. Si lo tuvieras que hacer, al menos déjame un email para contestarte personalmente. Graaaacias¡¡¡¡